Hace exactamente un año, el medio Forbes auguraba lo que parecía una recuperación espontánea de la industria manufacturera del papel tras una profunda crisis en su producción y suministro acentuada por la pandemia de Covid 19, la cual representó una grave presión sobre los principales productores en Europa con el cierre de plantas y la preferencia de unos mercados sobre otros al momento de suplir la carencia de material, lo cual en Latinoamérica ha puesto en aprietos a distribuidores y sobre todo a la industria editorial. Ya en la transición del 2022 al 2023 la crisis parece no estar resuelta del todo, aunque la emergencia sanitaria ya se encuentra disipada en la mayor parte de territorios del orbe, la industria del papel y sus subsidiarias como la editorial y de los medios siguen resintiendo los efectos de la escasez de papel, que este año se ha agudizado debido a los bloqueos comerciales y estancos en la cadena de suministro a nivel mundial.
En 2022 la escasez de papel, sobre todo en su tipología bond y couché, muy utilizadas en los medios impresos, ha estado determinada por los altos costes para su generación en Europa, el principal núcleo productor de papel, sobre todo en el apartado del encarecimiento energético. La inflación, diseminada en la mayor parte de naciones del hemisferio occidental ha cobrado también relevancia en esta crisis de insumos, con materias primas esenciales para la generación de papel encarecidas en un 80%, una de ellas la celulosa ha registrado un sobreprecio que de los 800 dólares a mediados del 2021 se ha situado entre 1,400 y 1,500 dólares al finalizar 2022, un aumento considerable que ha puesto presión sobre el costo y margen de ganancia de los medios impresos y la industria editorial.
A esto hay que añadir la guerra en Europa del Este, que de comenzar como un conflicto de proporciones regionales ha escalado en casi diez meses a uno de proporciones internacionales, que sin duda ha golpeado la endeble economía mundial, la cual asomaba signos de recuperación tras los dos años marcados por la pandemia.
En declaraciones del grupo editorial Penguin Random House, el panorama actual de las editoriales en torno a la crisis de su principal insumo se ha traducido en desafíos sobre todo económicos al abstenerse de elevar considerablemente el costo de su producto final, libros o revistas, decisión que contrasta con la debacle en las ventas sobre todo en México. Para darnos una idea de este panorama poco alentador, el medio Forbes también señalaba hace algunos meses la caída en ventas del 40% del Fondo de Cultura Económica, el principal sello editorial de corte gubernamental, que al igual que la transnacional propietaria de más de veinte sellos independientes ha sorteado estos obstáculos.
El futuro del papel
Aunque una de las respuestas inmediatas de las editoriales ante la escasez e imposibilidad de adquirir nueva materia fue la de hacer recortes en la tirada o abrir nuevos ejes comerciales con potenciales proveedores, resulta innegable el hecho de que uno de los mayores y acelerados cambios en la sustitución del papel tras la pandemia ha sido la predilección por los soportes digitales.
Retomando lo anterior, aunque a nivel de consumidor no se ha logrado un consenso sobre la viabilidad de tener publicaciones impresas en papel o a través de la digitalización, una cosa es clara, el soporte predilecto por siglos, y uno de los mayores inventos de la humanidad, el papel, gana cada vez más detractores hablando desde la perspectiva empresarial, ya sea por la actual problemática en su producción y distribución, la presión ecológica que envuelve también estos procesos o porque en efecto estamos ante una nueva transición hacia la digitalización total, con lo cual su uso como medio de impresión está desacelerando cada vez más, el tiempo ya nos lo dirá.
Los mismos voceros de Penguin Random House han señalado que aquellas grandes, medianas y pequeñas compañías afincadas en el sector editorial que ya estaban impulsando esa transición han sido las mejores libradas tanto ante la pandemia y sus efectos económicos, como ante la todavía muy latente falla en el suministro de insumos.
En los primeros meses del confinamiento impuesto por las olas pandémicas, grupos editoriales de alto prestigio como Condé Nast, propietaria de publicaciones de moda y estilo de vida experimentó con números enteramente digitales de sus revistas, en primera instancia debido al cierre de imprentas, algo que se ha normalizado hasta ahora con cada vez más consumidores optando por este soporte.
